Promise Washing en la educación: cuando las promesas superan a la realidad
- saulramoscomunicac
- hace 2 días
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En el mundo empresarial se ha popularizado el término greenwashing, usado para describir a las compañías que presumen un compromiso ambiental que en realidad, no respaldan con acciones tangibles. Algo similar ocurre en el sector educativo, donde cada vez más instituciones caen en lo que podríamos llamar promise washing: la práctica de lanzar grandes declaraciones en su comunicación comercial sin contar con evidencias claras que demuestren su cumplimiento.
Basta recorrer los sitios de internet y campañas publicitarias de escuelas y universidades para encontrar frases que parecen sacadas de un mismo molde:
“Formamos líderes que transforman al mundo”
“Educamos en valores para construir una mejor sociedad”
“Nuestros egresados son agentes de cambio”
El problema no es la intención detrás de estas afirmaciones, todas ellas loables, sino la falta de coherencia y de mecanismos para medir su impacto. ¿De qué manera concreta una escuela puede demostrar que sus alumnos están “cambiando al mundo”? ¿Cómo valida una universidad que realmente forma agentes de transformación social más allá de la retórica?
Un ejemplo frecuente se observa en colegios privados de nivel básico que promueven la “educación integral”. La promesa suele incluir excelencia académica, formación en valores, actividades artísticas y deportivas, además de compromiso social. Sin embargo, al revisar su gestión interna, muchas veces no existen indicadores que midan cuántos alumnos participan en proyectos de impacto comunitario, cómo se evalúa la vivencia de los valores, o cuál es el desempeño real de los egresados en contextos sociales diversos.
En la educación superior, universidades utilizan frases como “educamos a los líderes del mañana”. El reto es que pocas cuentan con un sistema robusto de tracer studies o evaluaciones longitudinales que den seguimiento al impacto real de sus egresados en la sociedad. En Latinoamérica, varias instituciones con esta narrativa carecen de estudios serios sobre la empleabilidad de sus graduados, su participación en proyectos sociales o su influencia en el entorno. El discurso queda entonces en el terreno de la aspiración, pero no de la evidencia.
El promise washing tiene riesgos importantes para las instituciones educativas como:
Pérdida de confianza: las familias cada vez son más críticas y buscan información verificable antes de decidir dónde inscribir a sus hijos.
Desgaste reputacional: una promesa que no se cumple se convierte en un vacío que tarde o temprano impacta en la matrícula.
Incongruencia institucional y desconexión con los equipos internos: los docentes y colaboradores pueden percibir que el discurso institucional no corresponde con la práctica diaria, generando frustración y apatía.
¿Qué hacer para evitarlo? La respuesta está en la gestión con indicadores claros. Si un colegio afirma que “forma ciudadanos responsables con el medio ambiente”, debería tener métricas que sustenten esta promesa, como puede ser la participación de sus alumnos en programas de reciclaje, proyectos de sustentabilidad y en organizaciones de la sociedad civil que impulsen este tipo de iniciativas.
Si una universidad promete “formar líderes sociales”, debería dar seguimiento al porcentaje de egresados que trabajan en proyectos de impacto o que participan activamente en su comunidad.
En un colegio que acompaño, nos dimos a la tarea de evaluar el modelo educativo para comprobar si lo que decía nuestra publicidad, era congruente con lo que pasaba en las aulas. El modelo educativo se contrastó primero con los estudios de NPS (Net Promoter Score) y después se diseñó la matriz para identificar los KPIs y métricas que nos ayudarían a verificar si nuestra promesa estaba alineada con lo que los grupos de interés, especialmente las familias, alumnos y egresados, dicen del colegio.
En otra publicación les compartiré los resultados.
En la era de la transparencia y la hiperconectividad, el promise washing no solo es insostenible, sino que se vuelve contraproducente. Las instituciones educativas que realmente quieran diferenciarse, deben pasar del eslogan a la evidencia y del marketing a la medición.
Porque al final, como decía Peter Drucker: “lo que no se mide, no se puede mejorar”.
Viñeta: <a href="https://storyset.com/people">People illustrations by Storyset</a>
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